Sopa de pollo para enfermos del Santo Espíritu de Gilet

En el siglo XVII, anteriores y posteriores, no eran muchas las herramientas que los médicos tenían para curar. Sabían que éramos lo que comíamos y lo que expulsábamos, y que gran parte de nuestras defensas ante las enfermedades debían estar en la naturaleza, pues no había mucho más. Así que la cocina era un laboratorio de medicamentos naturales a base muchas veces de reconstituyentes de cuerpo y alma.

Hay una receta muy antigua que en los recetarios llaman “Sopa de pollo de Santo Espíritu de Gilet” que hacía las veces de reconstituyente de enfermos con los humores desvariados. El caldo de pollo bien caliente era una forma de poner al día al enfermo. Si aquello no lograba levantarle los colores, mal íbamos.

Es en realidad una receta que parece ser se inventó en el Monasterio de Santo Espíritu de Gilet en la zona de Poblet en tiempos de la Corona de Aragón, y cuando los frailes eran también curanderos de sus propios vecinos o compañeros de rezos. Y que hoy se recomienda para día de resaca, lo cual también es reconocer que esta es una pequeña enfermedad de los humores.

Nada como una gallina vieja, pero admitimos que cada día es más complicado encontrar gallinas de verdad. En realidad es un caldo de gallina con nabos, puerros con su verde, hojas de apio, una cebolla, dos tomates y dos manzanas, que tras una cocción larga de como poco dos horas al fuego del hogar, se retiraban los nabos y la gallina, y se trituraba todo lo demás para espesar el caldo. Dicen los viejos como en la receta del libro de Juan Altamiras, que no se deben poner ajos, pues posiblemente los ajos tengan su propia función medicinal, que no es levantar estos ánimos.

Una vez pasadas las verduras, se desmiga el pollo retirando pieles y ternillas, y esta carne la pondremos por encima del buen cazo de caldo o sopa. Según el grado de enfermedad, según el estómago del paciente, se servía caldo, sopa con fideo fino o pan, y sopa con las carnes desmigadas por encima. El estómago debía poder soportar una u otra forma de presentación. Pero siempre un buen picado de menta por encima, pues también Altamiras avisa que “siempre, siempre” debe tener esta hierba para terminar de curar al enfermo.

Personalmente creo que a esta sopa le tenían que añadir un buen puñado de alguna legumbre, casi seguro garbanzos, para darse espesor y sabor a cocido de verdad.