Chuletas de cordero o ternasco, empanado, rebozado


Los platos de cuando eras niño, los sabores de la infancia, se mantienen toda la vida. Son los platos de la madre, los platos familiares que han id llenando comidas, muchas veces si se han guardado en la memoria suelen ser platos de domingo, de reuniones de todos alrededor de una comida o cena.

Este que vemos en la imagen es uno de ellos. Es muy simple pero no es muy habitual. Son costillas de ternasco o de cordero lechal, empanadas, rebozadas con huevo y pan rallado y luego fritas en la sartén. Ahora ya en freidora, pues en los años de mis recuerdos no existían en las casas tantas herramientas como ahora para cocinar.

Era un plato de domingo, costillas y chuletas de pierna de ternasco, empanadas y con si acaso, patatas fritas. Pocas veces las he probado fuera de casa, y en algunas de ellas las han acompañado de pimientos verdes fritos y de incluso medio limón por si apetece poner unas gotas. 

Crujientes, recién hechas y bien calentitas. No hy más secreto.

Galletas rellenas de dátiles, desde Arabia Saudí


La globalización nos facilita que vayamos conociendo productos gastronómicos de muy variados países. Algo que parecería imposible es ahora si no fácil, si factible. Y no es que representen maravillosos descubrimientos en todos los casos, pero sí curiosos.

En esta caso es una galleta rellena de dátil, de una crema de dátiles, con sabor a canela en la masa de galleta y sin tener un sabor excesivo en azúcar. Mucho mejor el relleno de dátil, que sin duda es suave y con fuerte sabor, pero muy agradable. Algo menos supremo es el sabor del cubrimiento, de la galleta, que con poca azúcar y sin aceite y sí con mantequilla, tiende a deshacerse enseguida.

Es una galleta fabricada en Arabia Saudí y que me llega desde Siria que es donde las han comprado. Parece casi imposible pero los mercados abiertos es lo que tienen.

Patatas guisadas con chorizo, algo picantes


Estamos dentro del otoño y tenemos que ir pensando en platos de cuchara. Platos calientes y energéticos, sabrosos y potentes. Hoy os dejo unas patatas con chorizo.

Hay dos trucos fundamentales en las patatas con chorizo. el primero es elegir una buena patata vieja, por ejemplo de la clase Monalisa, o una patata vieja para guisar. Tienen algo menos de agua, más sabor y menos dulce, y más almidón. 

El segundo truco es elegir un buen chorizo. Ya sé que parece obvio, pero sin esos dos buenos elementos, no te saldrá bien. Y además esos dos elementos, la patata y el chorizo, lograrán que no haya una sola receta sino decenas diferentes, según vayas cambiando el tipo de chorizo sobre todo.

Yo recomiendo un chorizo tierno, uno por comensal, tipo riojano o castellano, aragonés con sabor, de marca que te ofrezca calidad. Si tienes duda pregúntale a tu carnicero y dile para qué quieres el chorizo.

Mejor sin picar, pues luego le pondremos algo de picante al guiso, pero ya tu medida. Que no te obligue el chorizo a tener un picante fijo.

En una olla vamos a sofreír un poco de cebolla finamente picada, un par de dientes de ajo a láminas y algo de pimiento verde y rojo. Dejaremos freír a fuego no muy fuerte, hasta que la verdura esté pochada. 

Pasados unos cinco minutos de haber puesto la verdura a pochar e añadiremos los chorizos enteros o a trozos, como tú quieras. 

Si los pones enteros sacarán menos sabor a la patata, aunque en todos los casos hay que pincharlos con la punta de un cuchillo para que vayan soltando la grasa y el sabor.

Y cuando los chorizos lleven un par de minutos al fuego añadiremos las patatas ya peladas y troceadas para que se refrían un poco. Le pondremos sal a todo y al final de la cocción probaremos para ver el sabor y si es necesario rectificar de sal.

Le añades una o dos cucharaditas de carne de pimiento choricero o de ñora, que ya la venden en los supermercados (si no tienes una cucharada de pimentón rojo dulce), y medio litro de agua o algo más, hasta que cubra casi todo el guiso de las patatas.

Si te gustan fuertes de sabor le puedes añadir una pastillita de caldo. También encaja muy bien que en vez de agua le pongas caldo de gallina o de caja envasado. Eso a gustos. 

Y en ese momento en que rompa a hervir todo, le pones una guindilla cayena (o media), y algo de orégano, tomillo y romero. O las hierbas que tengas en casa. No en exceso. Un poquito da cada una, algo menos de un garbanzo como referencia de cantidad.

Dejas cocer todo al menos 30 minutos, revisando que no se te pegue, que la parte baja de la olla no esté pegada al fondo, etc. La patata tiene que quedar blandita, sin deshacerse, pero si alguna parte se deshace eso la dará gordura al caldo y es bueno.

Es mejor dejar reposar el cocido de las patatas con chorizo unas horas. Hazlo pronto por la mañana si es para la hora de la comida. Y se sirve con unas piparras no picantes y un buen pan. Para beber un tinto de Rioja o Longares le encaja maravillosamente.

Sopa de langostinos del siglo XIX, muy sencilla

Con más de un siglo en su historia como receta de cocina, os voy a relatar un plato sencillo de una sopa de langostinos de finales del siglo XIX, fácil de hacer y repetir aunque hayan pasado tantos años y tantas cocinas por la receta, que por cierto es francesa. Receta de grandes cocinas, todo hay que decirlo.

Vamos a necesitar al menos una docena de buenos langostinos gordos o dos docenas de langostinos pequeños. 

En una olla y con medio litro de vino tipo Rioja o Somontano, sea tinto o rancio o incluso un buen blanco tipo Albariño (depende de gustos finales, yo prefiero el blanco) vamos a añadir una zanahoria gruesa, una ramita de perejil, otra de tomillo, una hoja de laurel, una cebolla cortada, un poco de sal y una guindilla pequeña. 

Ponemos todo a cocer y cuando ya esté hirviendo añadiremos los langostinos enteros y con sus cabezas, a cocer todo junto unos 15 minutos.

Una vez cocidos, separamos los seis langostinos más grandes (u 8 si son pequeños) y los pelamos, tras ello cortamos en trozos pequeñas las colas y las reservamos.

En una sartén freímos unos dados de pan hasta que se doren. Añadimos el pan a un vaso batidor y lo trituramos junto a todos los demás langostinos con sus cáscaras y las cabezas de los que hemos pelado, añadiendo también las cebollas y la zanahoria.

Toda esa pasta o puré la ponemos a cocer con el caldo reservado del propio cocimiento primero de los langostinos, más casi otro litro de agua. Y lo dejamos al fuego otros 15 minutos, rectificando de sal si fuera necesario.

Pasamos por un colador muy fino, tela o por una estameña todo el caldo final, y lo ponemos en una olla limpia donde le agregamos la carne de los langostinos reservados al principio y lo calentamos al momento de servir. Se le puede añadir un pequeño golpe de nata si el color no nos gusta del todo. Si no hay nata, se podría poner un poco de leche.



¿Qué es la hidromiel? Historia y detalles

La hidromiel es una bebida fermentada de agua y miel, precursora casi prehistórica de la actual cerveza, al lograr que los azúcares al fermentar hagan su propio alcohol, y al que se le da sabor añadiendo al caldo, bien hierbas o trozos de maderas de árboles que colorean, dan sabor y olor a la bebida final.

Considerada la primera bebida alcohólica, era utilizada por los grandes hombres que podían comprarla, por los hogareños que se la fabricaban ellos mismos y muchas veces utilizada como bebida con diversos sabores, con la que se curaban algunas enfermedades y se entraba en trance a modo de droga prehistórica.

De aquellas mezclas nacieron previsiblemente los vinos si les añadían uvas o frutos secos y dulces, y las cervezas si le añadían cereales. 

En el Centro y Este de Europa se siguen fabricando diversas variantes de estas bebidas, controladas para que no produzcan efectos excesivos con algunas mezclas de hierbas, frutas y levaduras. 

En realidad la hidromiel puede ir desde simples elixires a bebidas estupefacientes. En todas ellas la miel es un ingrediente necesario, al que se le añaden diversos elementos según las zonas. 

Su grado alcohólico en la actualidad es superior al de la cerveza y no suele superar los 20º. Pero a veces se mezcla en sus efectos el propio alcohol y algunas hierbas con efectos diversos.