Agua corriente y del grifo. Un lujo


Durante siglos y hasta no hace muchos años, tener agua corriente en casa no era lo normal. Hoy todos sabemos, admitimos, que al abrir un grifo sale agua para beber. Incluso muchos creen que es mucho mejor comprar agua embotellada sin valorar el agua del grifo.

Pero todavía estamos personas de 65 años que hemos conocido en nuestros pueblos la situación de no tener agua potable ni de ningún tipo en el hogar. El agua se iba a recoger al pozo, a la acequia, a la fuente del pueblo. Y se llevaba a la casa, en donde se guardaba en tinajas, lista para beber, cocinar o lavarnos.

Estas tinajas son del siglo XV pero similares a las que se estuvieron utilizando hasta bien consumida mitad del siglo XX. En las grandes ciudades hasta el siglo XX sucedía algo similar, y el agua para el consumo había que ir a buscarlo a las fuentes o te la traían a casa los aguadores, que con tinajas grandes y asnos o burros, la vendían de puerta en puerta.

Darle valor al agua corriente de nuestras viviendas actuales, sabiendo que nuestros padres o abuelos no dispusieron de ese lujo, es también aceptar que todo se lograr con el trabajo de las generaciones anteriores.

La "merenda", la merienda de los romanos y el "puls"

Los romanos inventaron para los veranos de duro trabajo en el campo la merienda. Ellos la llamaban “merenda” y era la comida de media tarde, sobre las 17 horas, que aunque no solía hacerse en las ciudades, sí estaba muy extendida en la gente del campo que paraban a comer algo a esa hora para recuperar fuerzas lo que además les permitía un descanso a los jornaleros que trabajaban de sol a sol. 

Tras la "merenda" continuaban segando o trillando el cereal, que era el trabajo más normal en los veranos.

El almuerzo o comida lo realizaban a mediodía, entre las 12 horas y las 13 horas. Costumbre y horario por cierto, que hasta no hace muchas décadas se mantenía en algunas zonas rurales del norte de España, basándose sobre todo en los horarios que marca el sol en verano para aprovechar mejor las horas de trabajo.

Para esas merendas o meriendas de las 17 horas, tomaban platos muy básicos, generalmente “puls” una especie de gachas de harina de trigo, cebada o mijo, que a veces se complementaban con algo de pescado, huevos cocidos, sesos, trozos de queso o vino especiado rebajado con agua. 

Era el "puls" como un puré de harina de trigo espeso con tropezones y diluido luego con el vino especiado. Una cochinada desde el punto de vista actual, pero los embutidos o las carnes secas eran para los ciudadanos y aquí estamos hablando de trabajadores del campo, es decir, de esclavos.

Ensalada de Andalucía, con o sin escabeche


Hay muchos tipos de ensaladas, de ensaladillas. En Andalucía hay varias que son muy conocidas y reconocidas. Hoy os voy a hablar un poco de la que vemos a la derecha de la imagen. Patatas cocidas en ensalada.

Es muy sencilla pero tiene su punto. Es patata de cocer, bien hecha para que esté blandita e incluso se deshaga un poco al mezclar los ingredientes. Cocer entre 25 y 35 minutos.

Una vez casi fría y cortada a trozos irregulares se le añade un picado de cebolla, pimiento verde, tomate cortado pequeño y si se quiere un toque de ajo muy fino. En algunas zonas le ponen atún en escabeche o escabeche, y en otras no se lo ponen.

El único truco, además de que esté bien salada —recordemos que se le llama enSALADA, pero sin pasarse— es aliñarla con un buen aceite AOVE, y… añadirle un chorro alegre de vinagre blanco. Ese toque es fundamental. 

Y dejarlo en maceración todo un par de horas. Algunos le ponen unas gotas de limón, depende de zonas. Deliciosa.



Gamba blanca de Huelva. Truco para saborearla mejor


La calidad de los productos son la base de una buena cocina, de una buena gastronomía. Hablar de la calidad de esa gamba blanca de Huelva es absurdo, la conocemos todos, incluso los que estamos muy lejos de estas tierras. Gamba tersa, sabrosa, baja de color, incluso barata en los mercados de Huelva.

Su forma de presentación es muy sencilla allí. Se presenta cocida en agua de mar. Así de sencillo, pero ajustando el tiempo de cocción a la nada. Menos de un minuto, depende del grosor, pero menos es más. 

Y a la hora de ponértela en el plato, rocían levemente las gambas con unas pequeñas escamas de sal marina. ¿Más sal? Pues sí, ese es un buen truco. Añadir sal por encima hace que al chupar la gamba, al intentar pelarla, te llenes de sabores salinos, de mar, y disfrutes mucho más de la carne de la gamba, mucho menos salada, suave y dura.