Seguimos de Tardeo y sin ganas de Menú Degustación


Dejaremos la crisis de radicalización de Vox y el salto al PP de Espinosa, que Sumar renuncie al sorpasso y ya no pueda o que el PAR independiente entre al Gobierno de Aragón para que sus pocos cargos turolenses entren en direcciones generales de Consejerías donde se encuentren con colegas antiguos del partido con los que no se hablaban cuando se fueron con Azcón: que alguien se lo explique a sus votantes, como a los de Teruel Existe que apoyarán a cualquiera que cuestione la política aragonesa de renovables.

Nosotros seguimos de verbena, tardeo y el que quiera de toros y procesión, de festivales, badinas o tirolinas. Y empieza la liga para mi Sociedad Deportiva Huesca y un Real Zaragoza con mejor pinta, pues venga.

El éxito rutilante y popularización de ir de tapas, como sucede en cada crisis de precios por inflación como la presente, data de la postguerra civil. Dado que servir raciones escuetas permite a los establecimientos de hostelería seguir vendiendo imitaciones abreviadas de los platillos de los menús a precios asequibles para un abanico mayor de clientes.

Ello no obstante, desde los años 80 a esta parte han cogido los pinchos y tapas vuelo con personalidad propia, logrando combinaciones inesperadas en un bocado, persiguiendo que contengan en su conjunto ese equilibrio hoy conocido por influencia de la cocina oriental como sabor umami. Antes, sustancia o fundamento, expresión reconocible en cocinero estrella televisivo.

De por sí, fueron los bocados cortos los que justificaron la candidatura oscense no lograda, pero que llegará, de capital estatal de la gastronomía.

La influencia de las gastronomías china y japonesa en un país acostumbrado al consumo de pescado, que posee la mejor industria conservera con Portugal del mundo, tenía que ocurrir. La pasión y sabiduría que encierran despachar platos con poca cantidad de proteína animal se ha extendido como la pasta lo hizo en la Baja Edad Media a toda la gastronomía mundial.

Es una crisis poética por exceso de subsistencia la de abreviar, la de no considerar que morir de gordo es rebosar de salud. Este es mi hijo que brilla y reluce, decían mis padres y mis abuelos, y no me enseñaron a comer. Aunque sí a probar abundante.

Dentro de la Península, es el Valle del Ebro en su conjunto por su proximidad con Francia y conexión con alimentos criados en dos mares muy diferentes, donde una superior especialización en sabores amargos se ha alcanzado.

Reinando entre todos los de los vermús, alcachofas, achicorias, cardos. A los que, como al picante en la gastronomía mexicana, se nos introduce desde niños.

Así que la dictadura culinaria de la comida basura, compuesta por la trinidad refrescos de cola, hamburguesas de sobras y pollo frito, a los que añadir las pizzas, no ha influido tanto en estos parajes de desierto y sotos de regadío con sol. Aparentemente, o como mínimo aún existen opciones para huir.

En los que, aun mediando presión y avances de las propuestas para llenar los sentidos de los centros comerciales, gozan de buena aceptación la tortilla de patata, los calamares y, si se me apura, reina la penetración soriana del torrezno como rey indiscutible en las querencias populares. Qué decir del filete empanado o milanés, hoy dicho en bable como cachopo.

Debe recordarse la suerte de Zaragoza de ser la primera ciudad de Soria, la de que buena parte del Sistema Ibérico de agua mineral de tanta calidad y gentes tan bellas y serenas, aporten su cultura de legumbres a la de la huerta del Ebro, la condición de sus centros comerciales y antes de su comercio mayorista de Delicias como invitación a una visita permanente de riberanos navarros o riojanos, la importancia y calidad de la Facultad de Veterinaria como lugar de intercambio de estudiantes de todo el noroeste.

Zaragoza es un crisol de fusión de años que penetra por Huesca ciudad hasta Jaca y la montaña, en que se añade la calidad de la tradición alimentaria oscense.

Hoy la capital de todo el Ebro bulle de propuestas de bocados propios de la gastronomía latinoamericana, asiática o rumana.

Concursos se convocan nacionales, sistemáticamente ganados por bares de Zaragoza que aportan, naturalmente, frituras en aceites aragoneses de extraordinaria calidad y personalidad.

Valladolid y Zaragoza, como Huesca, Teruel y Cuenca ciudades, qué decir de la calidad agroalimentaria de Soria solo en lo concerniente a sus chacinas y mantequilla salada únicas, son las grandes tapadas en un turismo de interior y patrimonio gastronómico que puede vertebrar el enoturismo en torno a la garnacha y la trufa incorporada a las tapas que permite su consumo a precios razonables.

11.08 Luis Iribarren