Un hogar vivienda de hace 2.500 años en el Valle del Ebro

En la misma medida en la que hablamos de sabores, de productos de alimentación o de restaurantes, a veces también hablamos de la historia de la cocina y del hogar, pues la gastronomía nos ha acompañado desde los tiempos en los que vivimos como seres vivos, ya que desde el primer día nos tuvimos que ir alimentando. 

Es verdad que en un principio sin cocinar, no comiendo todos los días, como los clásicos y lógicos sistemas con los que se siguen alimentando los animales libres en la actualidad.

Os traigo un dibujo de lo que era una vivienda de hace unos 2.500 años, en la zona del Valle del Ebro, vivienda celtibérica o íbera, anterior a la llegada de los romanos. 

La clásica vivienda de la que hoy se siguen encontrando vestigios, aunque efectivamente, solo podemos encontrar y ver la zona de piedra, que es lo único que se ha conservado.

Vemos en la imagen las clásicas necesidades básicas de aquellos tiempos claramente diferenciadas

Una construcción sencilla con paredes de barro apelmazado tipo adobe, de los clásicos adobes que todavía se ven y utilizan en algunos pueblos de Aragón y Castilla, con unas estructuras de palos y postes de madera que hacer el encofrado sobre el que van asentando cañas y paja como se sigue haciendo en la actualidad en algunas zonas de África.

Pero pasemos el interior de esas viviendas pequeñas, con muy pocas habitaciones para facilitar el calor. 

Casi diríamos que la única habitación totalmente encerrada era la despensa para que los alimentos y bebidas se mantuviera más tiempo en condiciones sin que les afectase el calor del hogar o el calor del verano. 

En medio de la vivienda estaba el sitio para el “hogar” para el fuego, para la cocina. Y muy cerca, casi rodeando ese fuego que indicaba el hogar y por el que se contaba a los vecinos (un poblado era la suma de los diversos “fuegos”) se encontraban las camas sobre el suelo y la zona donde descansaban los animales. Todo cerca para darse calor los unos a los otros.

La mayor diferencia entre los animales y las personas era la entrada (y no siempre) que se hacía desde puertas diferentes, y una pared de adobe que hacía de separación de olores.

En verano o en tiempos de calor, el fuego del hogar se realizaba en el exterior, en las puertas de la vivienda y no dentro, a veces en una pequeña construcción de piedra tipo barbacoa con paredes adosadas a la vivienda si esta lo permitía. 

Pero sobre todo observemos dos detalles. Lo único que permanecía encerrado por seguridad era la despensa y los animales. Realmente los ahorros de las familias. Valías como familia lo que valían tus animales y poco más. Triste y penoso.

Nota.: La imagen es del Museo Arqueológico de España